Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
*De su libro "Crímenes ejemplares".
*De su libro "Crímenes ejemplares".
jajaja para esa gente que no para de hablar debe ser una muerte horrorosa jajaja
ResponderEliminarMuy bueno, me ha echo reír.
Un abrazo.
Crímenes ejemplares, ¿verdad? Este Aub... Un abrazo de bloguero solitario de agosto.
ResponderEliminar"No murió de eso, sino de no hablar", jejej, genial.
ResponderEliminarUn crimen silencioso. Saludos.
ResponderEliminarBuena idea aprovechar agosto para repasar textos ejemplares. Así pica el gusanillo.
ResponderEliminarSaludos estivales.
Susana Camps
Un cuento muy bueno, lo de reventarle las palabras por dentro es una metáfora de lo más gráfica.
ResponderEliminarlo estoy descubriendo ahora, a Aub digo
ResponderEliminarBuenísimo.
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