23 abril 2009

¿Rutina?


Rutina. Salgo a la hora de siempre de casa y entro en la estación de Torrassa. Llego al andén y me sitúo justo en la línea de separación que hay entre las baldosas que quedan entre los dos primeros bancos de la derecha. Esto casi me garantiza ser el primero en entrar en el vagón y, por lo tanto, sentarme. Saco de mi mochila "El fantasma de Canterville". Estoy listo.
El convoy entra en la estación. Según lo previsto, me siento y, como otros pasajeros, comienzo a leer. Es muy temprano y casi me duermo. Lucho contra el sopor pero al final me vence el sueño y cierro los ojos unos segundos. Los vuelvo a abrir, agitado, temiendo haberme saltado mi parada de destino. Pero no. Estoy en Plaza de España. Aún falta mucho. Pero algo me llama la atención. El hombre que va sentado justo en frente de mí viste un trasnochado traje negro con chaleco, tiene el cabello negro, ensortijado, y un pequeño y cuidado bigote. "Demonios", pienso, "este tío es clavado a Poe". Bajo la vista hacia mi libro pero no puedo evitar volver a mirarlo y, entonces, me doy cuenta de que el hombre que está a su lado, un tipo magnífico, con barba y mirada intensa es clavadito a Cortázar. Juguetea con un cigarrillo apagado, preparado para encenderlo en cuanto se asome a la salida del metro. Estoy perplejo y comienzo a fijarme en el resto del vagón. Se abre la puerta para que entren los pasajeros que aguardan en la parada de Universitat y, justo con los pitidos que anuncian el cierre de puertas, se asoma un bastón blanco, tanteando el suelo. Voy a levantarme para cederle el sitio pero algo me hace quedar a medio impulso y sentarme de nuevo; el hombre que sigue al bastón es igual que Borges. Si no fuera por el asiento habría caído de espaldas al suelo. Y no es sólo Borges. Están todos. Las decenas de escritores y escritoras que me han acompañado durante tantos años entran y salen de mi convoy como si fueran trabajadores que acudieran a sus empresas, ojerosos, somnolientos, algunos ojeando libros que en sus respectivas épocas nunca habrían podido leer porque, entonces, sus autores ni siquiera habían nacido. Dickens lee por encima a Ruiz Zafón y se pavonea por las continuas referencias que éste hace de él. Poe lleva una novela de Stephen King y lo veo reírse, orgulloso como siempre, de que lo consideren su sucesor. Sentado en el suelo, Bukowski bebe de una botella envuelta con la sección de economía de El Periódico mientras, Cortázar, garabatea en un trozo de papel las “Instrucciones para beber de una botella sin derramar gota”. Charles Baudelaire recita, admirado, poemas de Gil de Biedma y Manolo se desdobla en Carvalho para descubrir con Terenci quién diablos acabó con Tutankhamon.
No puedo evitar buscar a Oscar Wilde. Al fin y al cabo, suyo es el libro que tengo entre mis manos. Pero no lo veo.
El convoy entra en la estación de Sagrera y comienzo a prepararme para bajar. Con naturalidad. Extrañamente natural.
Me levanto, guardo “El fantasma de Canterville” en la mochila y la cargo en mi espalda. Me quedo de pie, esperando que el metro se detenga y veo mi reflejo en el cristal de la puerta. Tengo un aspecto horrible. Me enderezo la pajarita y en mi cerebro comienza a formarse una idea. Un espejo, o un cuadro, sí, mejor un cuadro, que absorbiera los defectos de uno. La pintura se iría deteriorando mientras la persona retratada seguiría siempre igual. Creo que al protagonista lo llamaré Dorian, sí, Dorian Gray.

13 abril 2009

Apóstata no practicante


Con motivo del proyecto de ley sobre el aborto, me veo de nuevo integrado en un segmento de población, utilizado en las encuestas que realizan los distintos medios de comunicación, que se llama católico no practicante. Por una vez me paro a pensar en qué significa ser católico no practicante. Durante muchos años me he limitado, como seguramente habréis hecho muchos de vosotros, a creer que era ser católico y no ir a misa, pero hoy, no sé por qué, me resulta demasiado simple y vago. No me vale. Así que lo amplío y pienso que es un católico que no participa de los ritos propios de su Iglesia. Pero me encuentro con que conozco a muchos, poco católicos digamos, que se casan, bautizan a sus hijos y acuden, espero que con poca frecuencia, a funerales. Yo mismo participo de estos ritos con frecuencia aunque sólo sea como asistente. Y seguramente cuando muera, aunque sólo sea entonces, mis seres queridos celebrarán un funeral en el que un cura que no me conoce hablará de lo gran tipo que he sido y del sitio de privilegio que Dios me tiene reservado en el cielo. Sin embargo no creo que eso me convierta en católico, aunque lleve detrás la coletilla de no practicante. Tampoco tiene nada que ver con el comportamiento social y ético que uno mantiene, suponiendo que Hannibal Lecter hubiera sido bautizado resulta gracioso pensar en él como un católico no practicante, sobre todo si uno tiene la mala suerte de acabar formando parte de su menú.
Así que llego a la conclusión de que un católico no practicante es una persona que fue apuntada a la Iglesia por medio del bautizo, que incluso hizo la Primera Comunión, como es mi caso, y que después de esto no ha querido saber nada de la Iglesia el resto de su vida. Y no sé a los demás, pero a mí, me da bastante rabia que se me siga considerando católico, según para qué intereses, así que propongo que se me incluya en otro segmento de población que se podría llamar "apóstata no practicante". Si borrarse de la Iglesia fuera tan sencillo como marcar la casilla de darse de baja en la web de la parroquia, yo lo haría. Y si tú lo harías también, eres, como yo, un apóstata no practicante. Y la Iglesia ya no podrá usarnos para ampliar sus estadísticas de socios.

10 abril 2009

Frases


Un egoísta es un tipo que está todo el día pensando en sí mismo, en lugar de en mí.

Robots repulsivos


En el programa de radio "Ser curiosos" escucho a un científico, experto en robótica, un comentario que me llama la atención. Dice que se ha comprobado que cuanto más se parecen los robots al ser humano, más repulsión nos provocan. La observación se me queda enredada en las neuronas, dando vueltas y vueltas, hasta que al fin me pregunto; ¿y si a Dios le pasó lo mismo con nosotros?

09 abril 2009

Al otro lado del espejo

Tras un largo período de ausencia, aquí estoy para comunicaros dos breves noticias. Por un lado la aparición de una nueva revista digital dedicada al cuento que se llama "Al otro lado del espejo". Picad en el título del artículo para dirigiros a la página de la revista. Aún no he podido mirarla con atención pero merece, como poco, mi apoyo inicial. La segunda noticia, y sé que está feo que lo haga yo, es que el relato "La mesilla" que se encuentra unos artículos atrás, y con el que gané el concurso semanal de "Relatos en cadena" el diecisiete de marzo, también ha sido declarado ganador del mes. Queda poco humilde pero para una vez que gano algo me apetece que lo sepáis. Enfin, nos seguimos leyendo.

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