29 julio 2011

La taberna, la carretilla y las cosas de la edad

Cuentan que el Eulogio entró en la taberna a tomar unos chatos y cuando salió echó a faltar su carretilla.
Cuentan que bebió, aunque no mucho más que otras veces, y que quién sabe si de verdad dejó la carretilla en la puerta de la taberna o se la dejó en el huerto por no acarrear con ella o, quizá, ni siquiera la llegó a sacar de casa.
Cuentan que anochecía y el Eulogio, desconcertado, abordaba a cualquiera con quien se cruzaba y le preguntaba por la carretilla que había dejado delante de la taberna mientras se tomaba unos chatos, que si todo era una broma ya se habían reído bastante.
Cuentan también que el Eulogio no se daba por vencido, que vagaba por las calles y se agarraba el pecho por la angustia y, de vez en cuando, se tenía que sentar porque las piernas ya no le aguantaban. Y que si alguien le preguntaba dónde había dejado la carretilla esta vez, él respondía que ya no estaba seguro, que creía que aquí o allá y que no podía encontrarla. Cuentan que se quitaba la boina y se rascaba la cabeza, revolvía con sus dedos quebrados los cuatro pelos que hacía años no peinaba.
Cuentan que al cabo, ya de noche cerrada, cuando todos en el pueblo dormían, vio a la Rosario que se asomaba a la ventana para mirar y el Eulogio, con la cabeza gacha, le dijo que creía que se había perdido. Y que la Rosario bajó a la puerta, la abrió, le dijo que no se preocupara y le pidió que entrara y se acostara.
Cuentan que aunque no se fiaba del todo, el Eulogio hizo caso a la Rosario. Porque estaba muy cansado. Porque había olvidado lo que buscaba. Porque no quería estar en la calle si le daba por llorar.

18 julio 2011

Confit de pato

     T recibe al comensal, habla con él y asiente comprensivo, con esa sonrisa medida que nada tiene de divertida y de ningún modo podría ofender a nadie. T es un profesional  y hace honor a ello recogiendo la cajita que el comensal le ofrece sin demostrar ningún tipo de sorpresa, ni hacer juicio de valor alguno que pudiera enturbiar su relación. Conoce su trabajo y se dispone a realizarlo. Antes de retirarse a la cocina deja al cliente en manos del jefe de sala que lo acompaña a la mesa, a la única mesa que hay en el restaurante de T.
     Ya en la cocina, T habla con su equipo, angustia, les dice y la creatividad de T les inspira, la cocinaremos con un confit de pato, una salsa de ciruelas y gelificación de setas. La angustia queda muy bien con el confit, contrarresta el salado propio. Y el mecanismo gastronómico se pone en marcha. T supervisa la preparación del pato, en su punto; prueba una gota de la salsa de ciruelas, cuidado con el dulce o la angustia destacará por contraste; se ocupa personalmente de la gelificación de setas que prepara con la angustia líquida que el cliente ha traído en la cajita ad hoc. Durante el tiempo que dura el proceso de preparación del plato, el comensal realiza una cata de aceites de oliva virgen que, además de estar deliciosos, contribuyen a engrasar los intestinos y facilitan la digestión.
     T no descansa hasta que ve al cliente salir relajado del restaurante tras comerse su angustia con el confit de pato. Sólo falta una buena digestión para lo que el restaurante dispone de una sala de descanso. El cliente no siempre quiere hacer uso de ella y, a veces, prefiere irse a casa dando un paseo. En estos casos, T no puede hacerse responsable de los posibles efectos secundarios.

11 julio 2011

¡Extra, extra!

Como reza el título, dedicaremos la entrada de hoy a algunas noticias que han coincidido en el tiempo.

Mi amiga Rosana Alonso, por ejemplo, nos habla de una edición artística y artesanal de un microlibro de microrrelatos en el que, además de ella, están incluidos un buen puñado de amigos blogueros. Lo cierto es que el librito tiene muy buena pinta, lo que no sé seguro es si puede comprarse y, en su caso, dónde.

La entrada de ayer de Fernando Valls en “La nave de los locos” está dedicada a Javier Puche y sus seísmos, microtextos de seis palabras que no me entretendré en intentar definir porque nunca seré capaz de transmitiros, ni de lejos, lo que transmite su lectura.

Isabel González González publicará una serie de microrrelatos en ElMundo.es, serie que comenzó con el maravilloso "Perfecto mundo imperfecto". Si la conoces, no hace falta que te cuente nada. Si no la conoces, tu sabrás, pero te la estás perdiendo.

En cuanto a lo personal, os diré que Agustín Martínez Valderrama me ha concedido el honor de convertirme en ciudadano de Wínnappu y lo ha hecho, ni más ni menos, convirtiéndome en un atleta más allá del tiempo. Gracias, Agus.

Por último, recordaros que el número dedicado a “Tales from the Crypt” de Vinalia Trippers está a puntito de salir.

¡Eso es to… eso es to… eso es todo amigos!

04 julio 2011

La deuda

Rasgo el sobre que me acaban de traer por mensajería. Son las fotos de mi último safari fotográfico. Justo a tiempo. Mi agente comenzaba a ponerse nervioso.
Doy al servicio unas breves instrucciones y les hago saber que no quiero ser molestado.  Abro la puerta del sótano y la vuelvo a cerrar tras de mí, con llave. Desciendo los escalones. Hace mucho calor aquí abajo.
Revuelvo en el cajón del armario del fondo y cojo una tiza blanca. Dibujo en el suelo un pentáculo y unos símbolos, de memoria. Después coloco las fotografías en el centro y recito una letanía que he olvidado cómo aprendí.

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