Me despidieron hace tres semanas, pero mantengo mi rutina. Salgo
de casa hacia las ocho, con mi traje de vendedor de enciclopedias y un maletín
de muestras que poco a poco, con los días, comienzan a quedar desfasadas.
Desayuno en una cafetería que hace esquina cerca de la plaza Francesc Maciá y,
después, desmigo un bollo de pan que dejo caer mientras paseo, como si temiera no
poder encontrar el camino de vuelta a casa. Mis hijos se empeñan en decirme que
Gloria ha muerto, pero yo sé que no, que la que falla es mi cabeza, que
comienzo a olvidarlo todo y que, cuando regrese después del trabajo, la
encontraré como siempre, sentada en el sofá, delante de la tele.
Buen relato. Inquietante. El regreso solo parece posible desandando el camino de ida, y la vuelta de los muertos también, preservando la rutina. Seguramente el fin del duelo es ese despertar y darse cuenta de que hay más de un camino para volver a casa y saber que habrá un lugar vacío frente a la tele. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya Julio, a veces uno duda si consigue exoresar lo que quiere y ni yo mismo lo habría explicado mejor.
ResponderEliminarGracias por pasarte.
Qué tremenda sensación de desamparo. Esas enciclopedias que ya nadie vende, esos folletos que en tres semanas no quedaban caducos, hijos tan mayores como para enfrentarle a la realidad... lo convierte en un duelo de lustros, lo empequeñece hasta convertirlo en tan sólo el hueco que estaba al lado de Gloria. Que en gloria esté. Es conmovedora esta alma errante.
ResponderEliminarAbrazos.
Y además del desamparo del que habla Susana, yo añadiría esa sensación extraña de que algunos muertos, cuando se van, se van para quedarse a nuestro lado. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenas tardes Jesús, este blog me encanta, había leído un microcuento tuyo en la página de relatos en cadena pero el link de tu blog me llegó por otro lado. Como soy reciente seguidora me estoy dando un atracón con las entradas viejas y creo que no voy ni por la mitad. De verdad te felicito, tus relatos son excelentes, extraordinarios. Yo escribo un blog también y recientemente he intentado con los micros:
ResponderEliminarhttp://carolinarangele.blogspot.com/
Te sigo desde Caracas, Venezuela. Muchos saludos.
No se por qué salgo como anonimo si estoy entrando con mi cuenta, pero en fin mi nombre es Carolina Rangel.
ResponderEliminarGracias Susana, Ricardo, Carolina, os agradezco vuestros comentarios y me alegro de que os haya gustado. Con este micro probé suerte en el concurso de la Internacional Microcuentista sin mucho éxito.
ResponderEliminarAbrazos
Yo me atrevo a afirmar que es un Esnaola 100%.
ResponderEliminarAsó como ahora decimos es un Picasso o es un Dalí, pues dentro de un tiempo diremos es un Esnaola. Narras como nadie el paso del tiempo, el miedo a la desapariciòn, la necesidad de permanencia aunque sea en los recuerdos. Son los vivos los que mantienen a los muertos más allá...
Muxuk!
Yo tengo tb por ahí mi microrrelato fallido en IM, pero al final le he dado uso en otro concurso y por eso no puedo enseñarlo.Todo se andará.
Qué sensación de desdoblamiento se produce siempre ante la resaca que supone todo duelo. Muy logrado, Jesús.
ResponderEliminarAbrazos
(PS: Se me antoja que el verdadero muerto es él.)
ResponderEliminarGracias, Rosana, espero que ni Picasso ni Dalí se ofendan mucho por tu comparación. ültimamente ando despistado con los concursos, me entero de todos cuando han pasado.
ResponderEliminarEs una posibilidad, Gemma. Me gusta contar una cosa pero dejar abierta la posibilidad de que haya otras sumergidas. Para que el lector complete su círculo.
Un abrazo a las dos.
Muy bueno ese aferrarse a la rutina para no hacer frente a la realidad, si todo sigue igual, es posible que nada cambie.
ResponderEliminarAsí es, Maite. La rutina es un buen asidero, da seguridad.
ResponderEliminarGracias por pasarte.
Abrazos
Hasta que no se acaba con las rutinas antiguas no se termina el duelo, hay que inventar nuevas rutinas para vencer las pérdidas. Muy bueno.
ResponderEliminarHola Jesus:
ResponderEliminarlo prometido.
el micro me parece conseguido e interesante.
hay tres aspectos que te destacaría, por una parte el discurso interior del personaje que sustituye la realidad por la rutina, de donde ésta deviene en elemento fantástico, por otra parte la negación de la soledad que trae la ausencia del otro, el protagonista niega precisamente el duelo, si lo admite ha de admitir también su soledad.
y, finalmente, un recurso que le tomas prestado al cuento de hadas: "desmigaja el bollo" y de esa forma "marca" el regreso a casa -es, mutatis mutandi, una adapatación que hace el cuento de hadas del famoso "hilo de Ariadna", Teseo, el Laberinto, el Minotauro, etc.-.
Me ha gustado, sobre todo, por el discurso que subyace en el "andar" del protagonista.
por ahí vamos,
nos vemos,
chau,
hugo
Cierto, Manu, los cambios pueden afrontarse cambiando o aferrándose al pasado.
ResponderEliminarMe alegra, Hugo, que hables de las migajas. Quise con ese recurso redimensionar el micro.
Gracias y abrazos para los dos.
Buen micro. Todo es poco para lograr detener el tiempo. Quién pudiera...
ResponderEliminarUn abrazo, doctor. Que sepa que le sigo de lejos.
*
ResponderEliminarYa he vuelto, pobre hombre, qué difícil superar una pérdida, yo preferiría romper la rutina y tener cambios, aferrarse al pasado... no lo recomiendo.
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