Casi veinte temas. Jimmy está cansado. De entre la nube de
humo de tabaco llegan los aplausos y decide regalarles “Time after time” para
cerrar el concierto. Deja la trompeta, despide al grupo y se sienta al piano. Canta
con una voz que parece se va a quebrar pero siempre aguanta.
La mano derecha se desliza ligera sobre el teclado, lo
recorre en una sucesión de escalas, arpegios, acordes y, durante la
improvisación, se desgaja del brazo y sale despedida hacia el público. Apoyada
sobre los dedos curvados, derecha
comienza a corretear entre los pies y las colillas aplastadas mientras izquierda aguanta la base rítmica y
Jimmy se debate entre salir detrás de una o quedarse aferrado al ritmo poderoso
y acogedor de la otra.
Sin poder decidirse, se levanta de la banqueta, abandona a izquierda sobre el teclado y se acerca
al pie de micrófono. Sigue cantando, desgrana la melodía apoyado en la línea de
bajo que le proporciona izquierda mientras
se desangra por los muñones y el público grita entusiasmado, incluso los de las
primeras mesas.
derecha tampoco quería perderse el espectáculo visto desde el público, Una historia perfecta para un día como hoy.
ResponderEliminarMe recordó los Locos Adams. Excelente! Carolina Rangel
ResponderEliminarEstupendo homenaje a Todos los Santos/ Halloween. Yo también he pensado en la mano de los Adams, pero me ha gustado principalmente el toque de humanidad del músico que no sabe por qué mano decidirse, "aferrado al ritmo poderoso y acogedor" de la izquierda... (menudo debate moral) y, por supuesto, la magnífica elipsis final, en la que el público grita enardecido, "incluso los de las primeras mesas". Uch.
ResponderEliminarHasta cuando vas de broma eres sutil y cuidadoso, nos tiendes trampas para la relectura. Feliz castañada.
El espectáculo siempre debe continuar, para deleite y goce del público, ocurra lo que ocurra, y aunque le cueste la vida o parte al artista. Una pieza de mútiples lecturas, metáfora de nuestro tiempo de "ruido y furia".
ResponderEliminarAbrazos.
Un buen cuento de terror obviando lo manido.
ResponderEliminarComo dice Susana, hasta la última frase, supongo que los de las primeras mesas llevaban impermeable...
Muxuk!
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ResponderEliminarPara despedir Halloween y de regalo por vuestra fidelidad os dejo una poética truculenta.
ResponderEliminarPoética
Llegó completo a los treinta y cinco. Entonces, le amputaron el pie izquierdo. Una enfermedad rara.
Los siguientes diez años fueron un ir y venir del hospital donde, como si fuera una pieza de carne sin desperdicio, fueron cortándole los pedazos a los que dejaba de llegarles el flujo sanguíneo. Así las piernas, los brazos.
Cuentan que lo sacaban del hospital amarrado a una silla de ruedas para que no perdiera el equilibrio, vestido con un jersey de un sólo agujero, y aún sonreía, se miraba ¿complacido? y decía, “creo que ya falta poco para que me dejen perfecto”.
Jajajajajaja. Eso es dejarse la piel en el escenario. Sin duda.
ResponderEliminarBesos al doctor.
El título se las trae, espero que no le pidan un bis, que en este caso sería un bis de manos, pero él que se vaya ya, que se siente y se tome una cerveza con pajita para disfrutar de su música sin él.
ResponderEliminarabrazo sin brazos, ja ja
Maravilloso.
ResponderEliminarFué tan divertido como contemplar un espectáculo de leprosos lanzándose pedacería corporal.(exclusivo para quienes gustan del humor más oscuro).