31 mayo 2010

Ausencia

Carles hace girar la silla de ruedas ciento ochenta grados y vuelve a repasar cada una de las dos docenas de piezas que le quedan por colocar. Las coge, las voltea, las mira por todos los ángulos que le ofrecen, como un gemólogo analiza un diamante, y las vuelve a dejar sobre la mesa de la sala. Se diría que sabe perfectamente cuál es el lugar que corresponde a cada una pero está disfrutando del momento, dilatándolo, recreándose tras más de dos meses de trabajo. En el sofá, Nieves sostiene el portátil sobre los muslos y teclea con agilidad de mecanógrafa mientras oye la tele. Ni sabe ni le importa el canal que tiene puesto. Ahora está absorta en el trabajo, en sus tablas y sus cuentas, en sus proyectos. Sólo el tecleo sobre el portátil, el ocasional chirrido de las ruedas de la silla de Carles y el murmullo de la tele rompen un silencio que hace tiempo que ha dejado de ser cómodo, y mucho menos cómplice. Nieves pregunta a Carles si quiere cenar. Nieves come muy poco desde hace un par de meses. Está adelgazando. También Carles ha bajado de peso, claro que en su caso no es exactamente adelgazar lo que ha hecho, aunque también. Nunca ha querido preguntar cuánto pesa una pierna o cuánto deja de pesar un cuerpo sin la pierna derecha. Tres kilos o cuatro, calcula. Preguntarlo le haría sentirse como de compras en una carnicería.
Carles, concentrado en las piezas, alza la mano sin levantar la vista de la mesa para pedir a Nieves que espere un poco pero ésta no advierte el gesto y sigue hablando sola y le dice que a ella le da igual, que en realidad no tiene hambre y no va a cenar, que lo decía para que él se preparara lo que quisiera sin esperarla. Carles sacude la cabeza, afirmando. Coge una pieza con tres salientes y un entrante y la acerca lentamente a uno de los huecos que quedan en este tetris horizontal. Entra dócil, con suavidad. Desde que perdió la pierna nada ha encajado en su vida con esa perfección. Más bien todo se ha desencajado y ha quedado como un edificio de oficinas tras un terremoto. Devastado, desordenado, víctima de un caos a veces imperceptible desde el exterior.
Encima de la mesa sólo quedan ocho piezas sin colocar. Nieves apaga el ordenador y se queda mirando la tele, con el portátil cerrado en su regazo. Se frota el nacimiento de la nariz con los dedos pulgar e índice de la mano derecha y no llega a abrir la boca porque Carles se le adelanta y le dice que vaya a acostarse si quiere, que él irá enseguida, mientras mueve las piezas que le quedan por encajar en el puzzle como si fueran los cubiletes de un trilero. Nieves se acerca a la mesa y ve que el puzzle está prácticamente terminado. Le dice que pensaba que no sería capaz de acabarlo. Carles le contesta que él también, mientras encaja una nueva pieza delante de ella, una pieza blanca por completo, del mismo color que todas y cada una de las diez mil que completan el puzzle. Nieves besa la frente de Carles desde arriba, detrás de él, agarrada a las asas de la silla y, después, se dirige hacia la puerta de la sala. Carles lleva la mano derecha al lugar donde su mente recuerda haber tenido una pierna y toca el asiento de cuero. Le dice a Nieves que si mañana tiene tiempo de pasarse por la tienda le compre otro puzzle. Nieves le pregunta cómo lo quiere, le pregunta si ha pensado en algo especial esta vez. Carles, mientras juguetea con una pieza entre los dedos, una pieza blanca, inmaculada, le contesta que lo quiere igual que éste último. Nieves se lleva el dedo índice de la mano derecha a la boca y se lo mordisquea.
—Pero en negro —añade Carles, sin levantar la vista de la mesa, mientras Nieves sale de la sala y desaparece en su habitación.

Viaje en el tiempo

Cuando despertó el dinosaurio, todavía estaba allí.

23 mayo 2010

Intuición

Ella habla con las plantas. Mira con cuidado que los tiestos sean suficientemente grandes para que crezcan sin problemas, para que no se sientan prietas. Les da abono, se preocupa de que tengan bastante agua, pero tampoco demasiada para que no se encharquen, no se ahoguen y se pudran. Cuando llega la época, las poda con mimo, explicándoles que es necesario, que todo lo hace por su bien, para que renazcan de nuevo. Hoy, al salir a la terraza, he notado que los tallos se inclinaban levemente hacia mí, que las flores se me orientaban; creo que lo sabe.

17 mayo 2010

Favores

Por favor, sea breve, dijo lady Walcott al verdugo enano, John Ketch, a la vez que alargaba hacia él una bolsa con veinte monedas de oro. John no miró a lady Walcott, sólo anudó la bolsa en su cinto, tras sopesarla en su pequeña mano derecha, e hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, lord Walcott no sufriría.  Después cerró la puerta tras de sí y se sentó en la silla de brazos que coronaba la pequeña mesa rectangular donde, cada víspera,  afilaba su herramienta de trabajo.

14 mayo 2010

Reticencias

Por favor, sea breve, dijo el tío Toño sin darse cuenta de que pensaba en voz alta. Mamá lo miró severa, con desaprobación, tía Matilde le pellizcó el brazo para que se callara y el padre Constantino alzó sus ojos un segundo de la biblia que tenía en las manos, sin dejar de leer el pasaje del evangelio según san Juan donde se relataba la resurrección de Lázaro. No tardé en darme cuenta de que el tío Toño sabía lo que decía porque no había pasado un minuto cuando Severino, el difunto, abrió los ojos y se incorporó en el ataúd como si acabara de despertarse de la siesta.

10 mayo 2010

Reflejo

Despierto en el lado de la cama contrario al que me acosté. Parece que la noche fue más movida de lo que recuerdo. Me levanto sin despertar a Bea y me sirvo de la cafetera que dejé hecha ayer. Depués voy al baño, me lavo la cara y me miro en el espejo. Cojo la cuchilla con la mano izquierda, para afeitarme, pero me detengo y me miro las manos, extraño. Veo a mi doble al otro lado del espejo y decido, de momento, fingir que soy su reflejo.

04 mayo 2010

Recomendación

A todos los que tenéis el valor de pasaros por aquí os recomiendo que pinchéis en el título de la entrada y leais el post del día 3 de mayo del blog "La Nave de los Locos", donde, cortesía de Fernando Valls, encontraréis dos magníficos microrrelatos de Hugo García Saritzu, un estupendo escritor cuyo blog, "Vell Talp" , no os deberíais perder.

02 mayo 2010

Ironía

El fantasma del inventor del gps vaga por la Tierra, sin descanso, incapaz de encontrar el camino hacia la Luz.

19 abril 2010

Electricidad estática

Entro en el metro con los cascos puestos, con el chisporroteo de la radio en mis oídos, incapaz de sintonizar ninguna emisora. Cierro los ojos y merodeando alrededor de la estática capto voces, primero, y después las oigo con claridad. Psicofonías directas del averno, sin duda. O, tal vez, sólo sea mi vecina de asiento, contando sus desdichas y mezquindades a una amiga que, pese a todo, parece más viva que muerta.

05 abril 2010

Adultopsia

¿Pero qué os pasa? ¿Os parezco muerto? Sara, menos mal que has venido, cómo me alegro de verte. Diles que no estoy muerto, que esto ya me ha ocurrido otras veces, que despertaré en unos días. Vamos Sara, díselo. O díselo tú, Kike. Pero tú no eres Kike. Acércate un poco más que no te veo bien. ¿Quién coño eres tú? ¿Y qué haces con mi Sara, por qué la abrazas? ¿Cariño qué haces abrazada a ese poli? ¿Por qué no le dices que no me pasa nada? ¿Por qué estás de acuerdo en que me hagan la autopsia?

29 marzo 2010

Próxima estación, Penitents

¡Imbéciles!
Mira a la parejita que se le ha sentado enfrente, en el metro, y no puede evitarlo. Con las manos en el regazo los observa y adivina sufrimiento en las caricias torpes, anticipa dolor donde ahora sólo hay goce y placer.
La pareja comienza a sentirse incómoda, observada, y el chico está a punto de decir algo, pero ella lo frena, quiere una tarde tranquila. 
El hombre se apoya en el asiento para levantarse. Sólo entonces separa las manos. Sólo entonces, los chicos, ven con asco que le falta el dedo anular de la mano derecha.

03 marzo 2010

Descreados

Casi lo había olvidado. Debe de ser por la impresión que me causó la muerte del último hombre en la Tierra. Yo no tuve nada que ver. Los siguientes días se extinguieron los animales, los peces, las aves hasta que el planeta quedó desierto. El sol y la luna se vieron inmersos en un eterno eclipse que sumió todo en la más absoluta oscuridad. Mañana, jueves, acabaré con la vegetación, total para qué, para quién. Así que sólo me quedará hacer barro con la tierra y el agua y, el sábado, fundiré la noche con el día. El domingo te dejaré mi sitio, Jesús, hijo mío.

01 marzo 2010

Motivación

Bicho gafoso de mierda, le dije. Entonces me miré en los cristales de sus anteojos y vi al cucaracha, como me decían entonces por ir siempre vestido de negro. Vi mis dientes torcidos y recordé a los niños llamándome tiburón y huyendo de mi lado como si temieran que los fuera a devorar allí mismo. Vi mis brazos largos, mis piernas arqueadas y recordé cómo me decían maguila gorila. 
Pero, al fin, era yo el que tenía cogido al bicho de la pechera y no podía echarme atrás. Porque si lo hacía a la cucaracha, el tiburón y maguila tendría que añadir el gallina.

*Otro de tantos intentos fallidos. No es fácil llegar a la final en este concurso, pero por probar que no quede.

El primo Carlos

Además me voy a chivar a mis padres, digo. El primo Carlos es el mejor del mundo. Sabe los juegos más divertidos y me encanta ir a su casa, sobre todo cuando no están sus papás y podemos jugar al escondite, al balón en el pasillo y saltar sobre las camas. Los tíos son muy buenos pero se enfadan si gritamos mucho y hacemos ruido, más cuando el tío Fran está viendo la peli del oeste.
Hoy el primo Carlos se ha inventado un juego nuevo. Yo estoy enferma y él me cura. Pero me ha hecho daño ahí abajo.

*Lo cierto es que nunca albergué muchas esperanzas de que "El primo Carlos" pudiera ser del gusto del jurado, pero lo escribí, y aquí os lo dejo.

25 febrero 2010

La culpa

Roche ha muerto, oigo decir a Mar, la administrativa que ha entrado a las seis, en el turno de mañana del depósito de coches. Habla por teléfono con un hilo de voz, susurrando como lo haces cuando estás violando un secreto. De un infarto.
Entro en la oficina y Mar me mira pero no me hace caso, sólo constata que he escuchado lo que está diciendo y se siente culpable, como si Roche no habría muerto si ella hubiera sabido mantener la boca cerrada. Le hago un gesto con la mano para que no se preocupe, vuelvo a mi garita que está comunicada con la suya por una puerta y le doy la espalda al sentarme. Tengo cosas que hacer y trabajaremos juntos durante ocho horas. Habrá tiempo.

Mar, pese a levantarse a las cuatro y media de la mañana, llega siempre maquillada y arreglada al trabajo como si tuviera una cita. Ya has oído ¿verdad?, dice, con esa mirada de pobre de mí que usa para sacar a los seguratas todo lo que quiere. Iba a decirle que sí, que cómo era posible, que ayer mismo lo vi y que parecía estar mucho mejor, que a los hombretones como él, con sólo cuarenta y dos años, el corazón no se les para, que parece una broma de mal gusto, pero no soy capaz de decir nada porque una congoja horrible me aprisiona la garganta, sólo acierto a ajustarme la corbata de mi uniforme de soldadito, por hacer algo con las manos, y se me escapa un gemido de tristeza y enfado y confusión.
Termino de rellenar el informe diario y salgo a que me dé el aire, a respirar un poco porque el nudo que tengo está creciendo y temo que de un momento a otro me impida respirar. Voy a la máquina de café intentando evitar las lágrimas. No quiero llorar. Sólo quiero un café bien caliente, un cigarrillo, qué tendrá la mierda de tabaco que tras meses sin fumar ni un pitillo hay momentos en que parece ser lo único que te puede hacer la vida soportable; y sobre todo quiero apartarme de Mar, quiero alejarme de ella porque estoy a punto de decir algo que no debo, algo que los dos pensamos desde que nos han dado la noticia y que no queremos decir porque en cuanto lo hagamos será realidad, porque aun no siendo ciertas, las palabras le darán cuerpo y para siempre será verdad aunque lo cierto sea tan sólo que Roche se ha muerto, que lo ha hecho de un infarto al corazón, de miocardio, como si hubiera otras muertes que no implicaran que el corazón se te pare.

Veo entrar un coche en el depósito. Son las siete menos cuarto así que debe de ser Pablo, el jefe. Es el único que llega tan temprano además de los médicos que trabajan en el hospital de Vall d’Hebron que está justo frente a nosotros y que hacen uso del parking que comparte espacio con el depósito. Los gruistas han ido desfilando, despacio, hacia el vestuario pero hoy me hago el ocupado, evito hacer las bromas de cada día, me las ingenio para no cruzarme con ellos cuando van llegando, sobre todo con Pedro. Ayer mismo Pedro trabajó con Roche, solían ir juntos en la grúa. Aunque, si he de decir la verdad, hacía tiempo que nadie quería trabajar con Roche.
El jefe entra en su despacho y cierra la puerta. Sólo me asomo un segundo para pedirle el servicio del día y tras un breve saludo pulsa el botón Enter de su ordenador para imprimirlo y me lo da. Roche está incluido en el servicio, con la grúa ciento ochenta y ocho, de ayudante de Pedro como venía haciéndolo últimamente. Se lo devuelvo a Pablo, joder no me he dado cuenta, dice y lo oigo teclear otro nombre, no sé si Pedro querrá irse a casa, si no, se me ha quedado suelto, llamaré a Carlos a ver si tiene un ayudante libre. Me devuelve la hoja, estaba jodido desde hace tiempo, dice y vuelve a sus tablas, a sus cálculos, al número de coches ingresados por grúa. Claro que estaba jodido. ¿No lo habrías estado tú?
A Mar se le ha corrido todo el maquillaje. Se lo digo y coge la llave del baño. Bastante enfadada viene la gente a pagar los ciento cincuenta euros de la grúa como para que parezca que les está atendiendo una versión femenina del Joker.
Miro por la ventana. Por la zona donde están las máquinas de café y de comida se aprecia movimiento pese a que aún no asoma el sol por el horizonte. Una de las cosas de bueno que tiene el depósito donde trabajo es que está al aire libre. Los depósitos subterráneos te dan una sensación de claustrofobia que no siempre es fácil de llevar. Te sientes aislado del mundo de modo que la vida interior del depósito se convierte en lo único plausible, sólo un rumor de motores, de tacos mal disimulados y de dinero cambiando de manos, si sólo pisaba diez centímetros del paso de cebra.
Veo salir a Pablo del despacho, no te vayas por favor, y me dice que tiene que ir a casa a buscar las gafas, que las ha olvidado. No es el único que ha olvidado algo. Roche también ha olvidado venir. Tal vez se le ha cambiado el turno. Tal vez esté en el infierno de los gruistas.
Llega el operario del parking y lo veo pararse con Ramón, lo veo llevarse las manos a la cabeza, casi le oigo abrir los ojos y mentir con ellos, joder qué fuerte pero cómo, y no acaba la frase porque no hay frase que acabar. Unos segundos más tarde me saluda, hola Toni, qué tal, te has enterado, y yo digo que sí con la cabeza la muevo hacia abajo y como si tuviera muelles me rebota, dos o tres veces, cada vez un poco menos, ¿quieres un café, cortado, sin azúcar?, y se va hacia la máquina.
Pablo sube a la moto del servicio, la arranca, se coloca el casco y sale hacia casa. Las gafas dice. Los ciudadanos cabreados no han comenzado a llegar así que puedo seguir dándole vueltas a la cabeza puedo seguir pensando en Roche, maldito Roche, cobarde de mierda.

Hace cinco años le compró una moto a Pau, su hijo. Joder hoy en día los críos tienen que tenerlo todo. Vaya moto, sus frenos de disco, sus dos cilindros, su escape modificado, el limitador de velocidad eliminado por sólo un poco más y su ataúd de pino y el sentimiento de culpa para Roche, el dolor para siempre, el dolor por haber matado a su hijo. Sólo tardó dos semanas en estrellarse contra un muro, para que no dejara de quererle. Culpable.
Creo que no volví a oírle reír. Durante meses ni siquiera sonreír. Su cara se convirtió en una máscara grotesca donde los ojos, la nariz, la boca no eran más que oquedades muertas. Roche.
Reparto las grúas en la antigua garita del CAS. Sin bromas ni protestas. Nadie se queja de la grúa que le doy ni del compañero que tiene asignado. Sólo Paco tuerce el gesto pero antes de que abra su bocaza le digo que si tiene algún problema hable con Pablo, que le llame por teléfono porque ha olvidado las gafas y se ha ido a casa a buscarlas. Miro hacia la garita y Mar vuelve a hablar por teléfono; con alguna compañera, o con su marido, o tal vez ha conseguido contactar con Roche desde el más allá.
Roche tuvo un brote, así lo llamaban, como si le estuviera saliendo una planta en alguna parte del cuerpo. Se volvió violento. La mayor parte del tiempo parecía normal pero a veces, de repente, sin saber por qué, ni siquiera él sabía por qué, se volvía loco. No llegó a hacer daño a nadie pero hubo un momento en que era imposible encontrar a alguien que quisiera trabajar con él. Nadie quería trabajar con él. Nadie quería verse en él. Porque Roche era el tío más querido de todo el depósito, el mejor compañero, el más bromista. Roche hacía que trabajar resultara un poco menos jodido. Y ahora parecía Satanás encarnado, un tentetieso de humores que nunca sabías hacia qué lado estaba inclinado.
Reúno un poco de valor y regreso a la garita. El del parking está haciendo el arqueo y prefiero no distraerle pese a que me muero por hablar con alguien. Oigo a Mar que cuelga. Te has enterado de algo, le digo, sabes algo más, un infarto vuelve a decirme, sólo eso, se acostó bien, sí, de puta madre pienso, no hay más que verlo, y Mar se echa a llorar otra vez qué burro soy, perdona es que me duele.

El día del accidente estaba yo de servicio. Un día tranquilo, como tantos. Roche había entrado en la oficina de administrativos para darle a Patricia una denuncia. Entonces vio, a través del cristal, una grúa que traía la moto de Pau, destrozada, un amasijo de cables, hierros y goma doblada. Roche se quedó mirándola, era imposible que la hubiera reconocido pero supongo que el corazón, el maldito corazón, se le disparó como una alarma de intrusión, supongo que empezó a sentir que se le salía por la boca y comenzó a andar hacia la zona M donde dejan las motos más destrozadas, primero despacio y cada vez más rápido, y dio un par de vueltas alrededor de aquello en que se había convertido la moto de Pau, buscando algún número de la matrícula, o la pegatina de la tienda donde la compró o cualquier detalle que lo sacara de la duda que lo estaba ahogando, menuda hostia, le dice el compañero que está ingresando la moto, y el chaval, lo han traído aquí enfrente pero yo creo que buff, estaba muy mal y Roche lo coge del pecho, la matrícula, dime la matrícula Paco, y Paco mira sus notas, se la dice y Roche la memoriza y va corriendo a la oficina y le dice a Patricia, la administrativa, que cuelgue el teléfono y mire quién es el titular de esa moto, que cuelgue el maldito teléfono y mire esa matrícula en el IMH, y Patricia lo mira asustada, hasta Pablo ha salido del despacho para ver qué pasa, los gritos, los gritos, y Patricia dice Pau pero no sigue porque ve el apellido y se da cuenta y Roche grita, joder, aún oigo el eco de esos gritos en mi cráneo, como si le estuvieran cortando un brazo, como si la muerte se le hubiera agarrado al pecho y tirara de él, sin soltarlo. Y silencio. Unos segundos. Es aún peor. Roche sale corriendo. Al hospital de Vall d’Hebron. Enfrente. Con Pau.
Pasó meses de baja. Volvió varias veces, intermitentemente, y de nuevo al vacío, al agujero. Caminaba envarado, rígido, supongo que consecuencia de las pastillas que no saben de selección cuando se trata de tranquilizar. Lo tranquilizan todo, hasta la calma y entonces caminas sin mover los hombros, despacio, con la vista clavada en el suelo, y hablas bajo, como si a nadie en el mundo le interesara lo que dices, pero todo el mundo supiera lo que necesitas, todo el mundo te dice que hay que seguir adelante, que todos tenemos problemas y una palmadita en la espalda. Y que das miedo Roche, aunque nadie se atreva a decírtelo.
 

Son las diez y Pablo ha encontrado sus gafas, o al menos ha regresado. Mar recupera el ritmo normal de trabajo y atiende a la gente que se acerca a ventanilla. El chico del parking se afana en reparar una de las barreras de entrada que le está dando problemas y la chica de la limpieza intenta pasar desapercibida que es lo mejor que puede hacer la chica de la limpieza. Las grúas van cogiendo coches en la calle y los traen al depósito y yo intento que los ciudadanos sean seres humanos civilizados, cabreados pero civilizados. Y me enfado, aunque tampoco mucho, porque, en el fondo, a todos nos alegra que Roche, de morirse, lo haya hecho de un infarto.

20 enero 2010

Alucinación

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina noto a Charo abrazada a mi espalda. Vuelvo a alzarlo lo más que puedo, lo acerco al fluorescente para verlo a contraluz. Parece un cuadro de Warhol de su cerebro pero en negativo. Le muestro a Charo la mancha que sale en su lóbulo frontal y siento sobre mi hombro la humedad de las lágrimas que me atraviesan. Me doy la vuelta, la miro a los ojos y le pido que no se asuste, que según el doctor tal vez sufra alucinaciones. La beso. Acaricio su cráneo suave, liso, sin un solo cabello. Estoy contigo. Y desaparezco.

15 enero 2010

Cocaine

¡¡¡Sniff!!!
De pequeño esperaba durante todo el año a los Reyes Magos. Ahora sólo me importan los camellos.
¡¡¡Sniff!!!    

29 diciembre 2009

Seguridad

-Señorita, me cago.

A la azafata aquello le pareció muy sospechoso pese a lo cual y por si acaso, activó el nuevo protocolo de despresurización intestinal y volvió a instruir al pasaje sobre el modo de utilizar las mascarillas de oxígeno.

27 diciembre 2009

De vuelta

En el tren, competición de tecnología; uno con su MacBook internet móvil, otro con su iPhone lleno de up's, el tercero con unas enormes gafas reproductoras de divx. Sonriendo les digo, yo en realidad viajo en tren por romanticismo y desaparezco bajo el cono de luz que emite el gorro de lana que me pongo cuando ya quiero estar en casa.

13 diciembre 2009

Cerrado por reformas

Con el fin de año he decidido darle un nuevo aire al blog. Cuando lo comencé hace unos meses no estaba muy convencido de que durara mucho pero, ahora que parece que sigue adelante, me gustaría hacerlo un poco más cómodo y visible, lo que dada mi pericia informática no sé muy bien cómo acabará. Así que si notáis cosas extrañas o, incluso desaparezco de vez en cuando, no temáis, es que estoy de reformas. Si tenéis algún tipo de sugerencia como blogs con buenos consejos o ayudas, serán bien recibidas.
Un abrazo muy fuerte a todos.

PD Intentaré no tardar mucho, no sea que pierda a la media docena de lectores que tenéis la paciencia de pasaros por aquí.

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