22 noviembre 2012

Progreso


El abuelo acaricia los árboles que contrapuntean la acera. Lo hace cada día, al salir de casa, camino del huerto. Y me cuenta que cuando él era niño, los árboles paseaban por la calle como cualquiera de los habitantes de Olvido, desfilaban felices por los caminos, se mezclaban con los del pueblo y regresaban al bosque cuando les placía. Hasta que en la esquina, donde el bar del Toribio, colocaron un semáforo.

6 comentarios:

  1. y luego otro y otro más. Hasta formar un bosque metálico.
    Un abrazo, Jesus

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  2. Bien representado el símbolo del progreso en esos semáforos que pueblan (qué coincidencia, poblar de pueblo) nuestras ciudades.

    Me gusta la serie Jesús.

    Un saludo indio
    Mitakuye oyasin

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  3. Me parece muy acertada la paradoja que presenta este micro, Jesús. El progreso como fin de la interrelación.

    Abrazos.

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  4. Interesante la forma en que "semáforo" le da una completa explicación a la actitud de los árboles.

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  5. Lo que está claro es que antes que nosotros estaban los árboles - de algún lado tuvimos que bajar - y no me extrañaría nada que la cosa fuera así, como la cuentas, y que los árboles camparan a sus anchas, en su hábitat natural. Tampoco me extrañaría nada que al vernos, decidieran quedarse ahí, quietecitos, inmóviles, haciendo la fotosíntesis y echando flores, por si acaso. Quizá tendríamos que volver a subir, y que las cosas fueran como antes.

    Abrazos.

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  6. Me encanta este texto, tan cortito, tan tierno y con sabor a cuento oral. Veo que toma forma tu segundo libro, con esa contraposición pueblo-ciudad.


    Muxuak!

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