29 julio 2011

La taberna, la carretilla y las cosas de la edad

Cuentan que el Eulogio entró en la taberna a tomar unos chatos y cuando salió echó a faltar su carretilla.
Cuentan que bebió, aunque no mucho más que otras veces, y que quién sabe si de verdad dejó la carretilla en la puerta de la taberna o se la dejó en el huerto por no acarrear con ella o, quizá, ni siquiera la llegó a sacar de casa.
Cuentan que anochecía y el Eulogio, desconcertado, abordaba a cualquiera con quien se cruzaba y le preguntaba por la carretilla que había dejado delante de la taberna mientras se tomaba unos chatos, que si todo era una broma ya se habían reído bastante.
Cuentan también que el Eulogio no se daba por vencido, que vagaba por las calles y se agarraba el pecho por la angustia y, de vez en cuando, se tenía que sentar porque las piernas ya no le aguantaban. Y que si alguien le preguntaba dónde había dejado la carretilla esta vez, él respondía que ya no estaba seguro, que creía que aquí o allá y que no podía encontrarla. Cuentan que se quitaba la boina y se rascaba la cabeza, revolvía con sus dedos quebrados los cuatro pelos que hacía años no peinaba.
Cuentan que al cabo, ya de noche cerrada, cuando todos en el pueblo dormían, vio a la Rosario que se asomaba a la ventana para mirar y el Eulogio, con la cabeza gacha, le dijo que creía que se había perdido. Y que la Rosario bajó a la puerta, la abrió, le dijo que no se preocupara y le pidió que entrara y se acostara.
Cuentan que aunque no se fiaba del todo, el Eulogio hizo caso a la Rosario. Porque estaba muy cansado. Porque había olvidado lo que buscaba. Porque no quería estar en la calle si le daba por llorar.

10 comentarios:

  1. Tiene algo de Manolo Escobar y algo de Mararía.
    La locura de alguien contada por los demás, de la mano de una carretilla.
    Un abrazo

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  2. A mi me parece que estas historias de ese pueblo en el que van a ir apareciendo de refilón y entremezclados personajes como el enamorado de Adela corneado por la vaca, es decir el Pluto, o sea el Abelardo, contadas por la voz que hace unas entradas dudaba de sus recuerdos y de su propia entidad, tienen mucho futuro. El Eulogio de hoy produce una ternura infinita, no me extraña que la Rosario le dejara pasar.

    Buen descanso Jesus
    Muxuk!

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  3. Gracias por el comentario y por el aviso, Anita. Parece que el problema se solucionó.

    Es verdad, Rosana, sin quererlo el pueblo va creciendo y se va poblando poco a poco. Lo que dudo, creo que no lo haré aunque nunca se sabe, es nombrarlo. Muxuk!

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  4. Cuántos Eulogios habrá repartidos por el mundo, cuántas Rosarios, cuántas carretillas y cuántos chatos de vino pasando factura.

    Me gustó.

    Un saludo indio

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  5. También cuentan que te ha salido un micro redondo.

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  6. Me gusta cómo les das la mano a tus personajes mientras ellos andan ensimismados con sus preocupaciones...
    Un abrazo, Jesus

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  7. No tiene nada que ver pero me ha recordado un libro que editó hace unos años txalaparta: El vasco de la carretilla. (Basado en hechos reales)

    Pobre Eulogio...

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  8. Por si sientes curiosidad por la hazaña, aquí esta un poco más desarrollada: Guillermo Larregui

    Saludos.

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  9. Bueno Jesus, me pillas haciendo las maletas (ya me voy), pero antes quería decirte que me encantan estas historias. Y la manera de construir la identidad de todo un pueblo a través de los personajes que lo habitan, de sus dimes y diretes, de sus torpezas tan humanas. Una técnica que requiere maestría y precisión. Uno puede imaginarse perfectamente el lugar sin que llegues siquiera a nombrarlo, sólo mediante unos seres que rezuman una infinita ternura.

    Abrazos, y nos vemos a la vuelta.

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  10. Pobre hombre, que fácil resulta imaginar al pobre Eulogio, a su carretilla, a los vecino, lo describes todo tan bien que hasta me imagino el vestido de rosario. Me encata y lo disfruto.
    Muxuk

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