T recibe al comensal, habla con él y asiente comprensivo, con esa sonrisa medida que nada tiene de divertida y de ningún modo podría ofender a nadie. T es un profesional y hace honor a ello recogiendo la cajita que el comensal le ofrece sin demostrar ningún tipo de sorpresa, ni hacer juicio de valor alguno que pudiera enturbiar su relación. Conoce su trabajo y se dispone a realizarlo. Antes de retirarse a la cocina deja al cliente en manos del jefe de sala que lo acompaña a la mesa, a la única mesa que hay en el restaurante de T.
Ya en la cocina, T habla con su equipo, angustia, les dice y la creatividad de T les inspira, la cocinaremos con un confit de pato, una salsa de ciruelas y gelificación de setas. La angustia queda muy bien con el confit, contrarresta el salado propio. Y el mecanismo gastronómico se pone en marcha. T supervisa la preparación del pato, en su punto; prueba una gota de la salsa de ciruelas, cuidado con el dulce o la angustia destacará por contraste; se ocupa personalmente de la gelificación de setas que prepara con la angustia líquida que el cliente ha traído en la cajita ad hoc. Durante el tiempo que dura el proceso de preparación del plato, el comensal realiza una cata de aceites de oliva virgen que, además de estar deliciosos, contribuyen a engrasar los intestinos y facilitan la digestión.
T no descansa hasta que ve al cliente salir relajado del restaurante tras comerse su angustia con el confit de pato. Sólo falta una buena digestión para lo que el restaurante dispone de una sala de descanso. El cliente no siempre quiere hacer uso de ella y, a veces, prefiere irse a casa dando un paseo. En estos casos, T no puede hacerse responsable de los posibles efectos secundarios.
Ya en la cocina, T habla con su equipo, angustia, les dice y la creatividad de T les inspira, la cocinaremos con un confit de pato, una salsa de ciruelas y gelificación de setas. La angustia queda muy bien con el confit, contrarresta el salado propio. Y el mecanismo gastronómico se pone en marcha. T supervisa la preparación del pato, en su punto; prueba una gota de la salsa de ciruelas, cuidado con el dulce o la angustia destacará por contraste; se ocupa personalmente de la gelificación de setas que prepara con la angustia líquida que el cliente ha traído en la cajita ad hoc. Durante el tiempo que dura el proceso de preparación del plato, el comensal realiza una cata de aceites de oliva virgen que, además de estar deliciosos, contribuyen a engrasar los intestinos y facilitan la digestión.
T no descansa hasta que ve al cliente salir relajado del restaurante tras comerse su angustia con el confit de pato. Sólo falta una buena digestión para lo que el restaurante dispone de una sala de descanso. El cliente no siempre quiere hacer uso de ella y, a veces, prefiere irse a casa dando un paseo. En estos casos, T no puede hacerse responsable de los posibles efectos secundarios.
Muy bueno. Dame la dirección. Tengo un par de cosas por ahí que necesito que me cocinen antes de poder tragármelas.
ResponderEliminarSaludillos
Me gusta este registro que no te conocía. Me gusta la voz narradora que nos introduce de una forma cercana y casi informal en el restaurante de T, es como si hablara un camarero o algún vecino de la zona.
ResponderEliminarMe gusta todo lo que subyace bajo esa cocina de las emociones y el final me parece excelente,cierra muy bien el micro.
Tragarse los miedos y tantas otras cosas.
Muxuk
El final es bueno, tanto como el desarrollo de la idea. Eso de comerse los problemas está bien buscado. Sin embargo, no me gusta que se use una inicial para nombrar un personaje, pero vamos, eso ya es algo personal. Y si a Kafka se lo pasé, contigo haré lo mismo... Y la descripción de los procesos en la cocina, muy buenos.
ResponderEliminarAbrazos, y buen provecho, Jesus.
El estilo que empleas me recuerda a la pieza del metro, aquella que aparecía un irakí hurgándose el petróleo de la nariz. También, en la fotografía, a la cena del protagonista en la "Vida es Bella", en un restaurante hilarante y surrealista. Yo creo que este tipo de textos tienen la esencia del realismo mágico, pero impregnados con tu sello inconfundible. Me gusta mucho la figura de T, y me inquieta saber quién le cocinará a él, si es que alguien le cocina. Tengo una duda cuando dices que T los recibe “individualmente” y al final del mismo párrafo señalas que el restorán sólo “tiene una mesa”. No sé si ahí se me escapa algo. Insisto, me gusta mucha esta línea que exploras, nueva y arriesgada, mediante símbolos y realidades intangibles que terminan siendo corpóreas. Hoy, incluso las podemos degustar. Enhorabuena, Jesus.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias, Puck, creo que nos pasa a todos. El gobierno tiene algunas recetas pero son indigeribles.
ResponderEliminarHola, Rosana, esta vez salió un poquito más pegado a la actualidad.
Víctor, lo de la inicial no creas que lo hago muy convencido. A veces no viene un nombre y trabajo con una inicial para no frenarme. A veces la inicial se queda, insustituible.
Tienes razón, Agus. Lo que pasa es que tu generosidad te impide hablar de redundancias innecesarias y buscas algún sentido que se te ha escapado. No lo hay, en esta ocasión. Gracias por el apunte.
Yo soy fan confesa de las iniciales. Kafka lo hacía y Quim Monzó las utiliza y no me chirría.
ResponderEliminarA mí Víctor también me confesó que no le gustaban y ya me hizo pensar, y cada vez que soento la tentación de tirar de inicial me lo pienso. Ahora bien si el personaje me lo pide, incial que le pongo. ;)
Ahora ya sé a que me recuerda la voz narrativa, me recuerda esa voz en off de las películas del director de Amelie, que hace que el lector )al menos yo) se involucre como si fuera algo que pude ocurrir en su barrio y le da verosimilitud.
Otro muxuk
Originalísimo. Si pudiese materializarse esa idea y llevarse a cabo sería todo un éxito.
ResponderEliminarEstoy con lo que dice por ahí arriba, Montse, además de original para mí muy bien narrado. Y dado lo tiempos que corren estaría bien tener más de un T cerca, triunfaría seguro.
ResponderEliminarSaludos
Extraordinariamente interesante la nueva vía que tanteas. Coincido con todo lo dicho más arriba. Me encanta la actitud del narrador, aparentemente aséptica, pero revestida de una ironía tendente al sarcasmo en la que creo que se concentra la denuncia de esta pieza: qué frívolos somos con todo y a pesar de todo, dispuestos a tragarnos cocinados nuestros propios problemas en esta especie de eterna huida hacia delante del hombre contemporáneo.
ResponderEliminarY la figura del alcalde, como aglutinadora del paradigma del político actual, me parece extraordinaria.
Jesus, perdona el rollo, el análisis demasiado serio, y adelante con este nuevo registro que no te conocía.
Abrazos.
La excelencia narrativa no deja lugar a dudas de la calidad del texto, además, esas pinceladas de ironía en las descripciones hacen de él un texto de acertada lectura. La historia también convence, a pesar de su aparente imposibilidad, aunque...quién sabe?
ResponderEliminarAbrazos
Últimamente he estado pensando en que hay dos tipos de buenos relatos, los que son buenos técnicamente, muy buenos pero se quedan ahí. Hay otros que son técnicamente muy buenos pero tocan emociones, mueven algo más que la propia literatura.
ResponderEliminarEn este relato lo veo, en los tuyos siempre, cabeza y corazón.
Un abrazo y enhorabuena
Lo cierto es que nunca he terminado profundamente sobre el uso de la inicial para nombrar a un personaje, Rosana. Viene más de una intuición estética.
ResponderEliminarMontar, no creas que estamos tan lejos. Ve un día a comer a El Bulli y serás feliz un par de días, para amortizar al menos.
Como le decía a Montse, los tenemos más cerca de lo que parece Elysa.
Jajaja, ya sabes, Iván, que me encanta que te pases por aquí de vez en cuando. A enrrollarte o a lo que te venga en gana.
Hola, Maite, gracias por tus palabras, tan generosas.
Mil gracias, Ana, es lo que intento: decir algo y decirlo bien.
Rosana, quería decir meditado, es lo que tiene contestaros desde el móvil.
ResponderEliminarY también es capaz de servir T la venganza en plato frío?
ResponderEliminarSubyugante. Mejor no probar sus manjares...
Besos, doctor.
Cocinar las emociones, hacerlas que entren y se digieran sabrosas, es todo un logro que consigue T. ¡Quién pudiera tener un cocinero así! Sólo hay que tener cuidado con el proceso de digestión, pero siempre está la sala de descanso a disposición del comensal. Es fantástico este relato culinario. Me encantó.
ResponderEliminarBesos sabrosos.
Hola Je, me encanta, estoy de acuerdo con los comentarios. Al principio me ha chocado el nombre de T, pero según iba leyendo, me ha gustado. Ya me hubiera gustado ir a ese restaurante en más de una ocasión. Muy bueno, lo he leído varias veces y me ha tocado. Gracias.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta "alta cocina" que planteas en el texto, Jesus, es una forma de literalizar la metáfora de una forma que se saborea, como si el sentido del gusto diferenciara entre estados de ánimo más que entre agrio, dulce o salado. Por otro lado, coincido con Víctor. Al principio me gustaba mucho el recurso de usar una inicial para designar personajes, sobre todo desde que se lo vi hace años a mi admirado Monzó, pero creo que ya todos hemos abusado mucho de ese recurso y está desgastado, de la misma manera que hubi una época en la que estaba de moda no poner nombre a los personajes, sino nombrarlos por su actividad, gustos o características, al estilo "el hombre al que le gustan las rubias", o "el niño que no sabe decir que no", etc. Un abrazo, compañero.
ResponderEliminarPués a mí me ha gustado todo. La idea fundante, la fantástica forma de solucionar el conflicto, hasta el señor T, alto, delgado y de espaldas anchas (¡a que sí!), cocinando los problemas.
ResponderEliminarSaludos Jesús!
Hola Jesus:
ResponderEliminar(hace tiempo que he decidido ser el último en comentarte, para que a nadie se le levante la piel fina con lo que opino.
vamos la texto.
es interesante por un par de cosas. Por una parte, el registro en quasi alegoría o en alegoría imperfecta, con ese cocinero-psiquiatra -espero que T no sea argentino, entre sus problemas existenciales-, con ese protagonista que viene a que le cocinen su angustia ¡¡nada menos!! y no sólo eso, sino que se la confiten ¡y ahí va la hostia!
Borges, solía decir que había que tener cuidado con las alegorías "por que te pueden atrapar", tu sales bastante bien por el lado mágico-cotidiano.
por otro lado es innegable la factura cortazariana en todo esto, cuando lo leí por primera vez, inmediatamente recordé "lo conejitos" que vomitaba el protagonista de "Cartas a una señorita en París" y a los escarabajos "enchocolatados" de "Circe" -ambos en aquel espléndido primer libro de relatos que fue Bestiario-. Ligado a lo anterior aparece tu mano para traerla en corto a la ironía y dejarla exactamente, exactamente "En estos casos, T no puede hacerse responsable de los posibles efectos secundarios".
pienso que ahí acaba el relato, ese es final que requiere el texto, ritmo y la retórica de la ironía.
lo que sigue ya no lo entiendo y supongo que el problema es mío, pero te apunto dos aspectos, por una parte la angustia es una cosa y "el miedo, la preocupación y el estrés", son cosas diferentes, si su acumulación es necesaria para que el comensal reviente, vale
el otro aspecto, es precisamente el "reviente" del comensal, creo que sinceramente "revienta" la ironía y aparece la burla, el escarnio que ya son de otro registro.
vuelvo a decirte que, sin duda, es mi problema con la lectura, cuentas bien, eso no es nada nuevo, mantienes la tensión narrativa apoyada en el discurso irónico de forma excelente, pero eso ya son marcas de la casa.
sí que le vamos a hacer, siempre tengo yo que meter la pata, aunque la intención sea echar una mano.
salut,
hugo)
Bueno, Hugo, sin tu comentario mis micros se quedan un poco huérfanos.
ResponderEliminarEntiendo lo que dices del final, pero no estoy del todo convencido, claro que es fácil que haya de revisarlo si no he conseguido expresar lo que buscaba. Sólo hay un motivo por el que es conveniente ir al restaurante de T, y este es que es un chef reputado capaz de hacer digerible cualquier tipo de problema o preocupación que puedas tener. Es evidente que todos nos tragamos muchas cosas a lo largo de nuestra vida y alguna de ellas se nos indigestan. El mérito de T no es tanto que nos lo traguemos sino que lo digeramos.
En cuanto al punto final, lo pensaré. En "Olvido" tenías razón e hice un par de correcciones. Aquí, seguramente tendrás razón, pero aún lo tengo que pensar.
Muchas gracias.
Bien mirado y cortando el micro donde dice Hugo...queda estupendo. Deja abierto el final a todos los posibles efectos secundarios.
ResponderEliminarYo no creo que metas la pata Hugo, siempre son razonados y con enjundia tus comentarios.
Salut a los dos !
Hola Jesus:
ResponderEliminarsólo para aclararte una cosa, yo nunca cometo la indelicadeza de decirle a nadie que tenga que recortar aquí o allá como con tanta alegría y jarana observo que más de uno aconseja y a veces casi hasta exige, en esta cosa llamada blogsssssferassss
sencillamente respeto lo que cada uno hace y me parece encomiable e interesantísimo que la creatividad fluya ¡¡faltaba más!!
en el caso de tu micro, te digo que para mi el micro, en cuanto a la ironía que ha sido lo que sostenido el texto acabaría donde te indico...¡¡¡y nada más que eso!!!
vuelvo a reiterarte, es mi lectura y como tal te la comento, pero que te quede claro que jamás le dire a nadie que recorte nada y, en todo caso si he de hacer una observación de bulto lo hago por mail, como tú bien sabes.
salut,
hugo