Llegó nada más ponerse el sol.
Puede que por ese motivo nadie recuerde haberla visto entrar en el caserón del
que solo salió con la oscuridad como cómplice durante las primeras semanas;
buscaba la seguridad de que siempre adoleció en Ciudad. Tal vez esta fuera la
causa de que nadie, al principio, advirtiera su presencia en el pueblo. Porque,
por raro que suene, en Olvido el día comienza con la salida del sol y, con el
ocaso, el cielo se tizna y deja paso a la noche. Tan sencillo.
Mientras, en Ciudad, un hombre padece el suplicio de vivir siempre a mediodía.
Nos vas dejando pinceladas de la serie. Pueblo, Ciudad, Olvido, soledades, sombras, ocasos, Melancolía pura. Promete. Claro que sí.
ResponderEliminarPor cierto, mañana dejaré algo en mi blog sobre Los años de lluvia... con todos mis respetos.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Estaré atento, David.
ResponderEliminarUn abrazo!
Ya los pueblos se van llenando de hirientes luces eternas, también.
ResponderEliminarMe parece un texto muy técnico, y que, sin embargo, contiene esa carga emocional tuya tan característica, tan ineludible. Ciudad define a Olvido, y viceversa, en un juego de pesos y contrapesos, de derrotas y victorias. Un placer leerte, Jesus
ResponderEliminarEsta es una pieza en la que destacan varias de las características propias del género, Jesús -su condensación temporal, su esquematismo espacial, la selección que has hecho de un lenguaje connotativo que da al texto potencia semiótica y expresiva- y lo que hace que yo la disfrute especialmente es tu propuesta para que seamos nosotros quienes elucidemos el misterio.
ResponderEliminarMe alegran -sobremanera- estos regalos que nos haces.
Un abrazo,
Fascinante!
ResponderEliminarCarolina Rangel
Hola, Jesús, no nos conocemos personalmente, pero he leído "Los años de lluvia" y quería felicitarte por un libro tan redondo, tan evocador, con unos textos tan pulidos y metaficcionales. Me ha encantado. El microrrelato crece sano y fuerte con gente como tú, Manu Espada, Javier Puche o Rosana Alonso, entre otros escritores.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo nada micro.
Miguel Ángel, no sabes la ilusión que me hace que te haya gustado y lo que te agradezco que hayas tenido el detalle de decírmelo. Tu "Baúl de prodigios" es uno de los culpables de que yo me interesara con seriedad en el microrrelato.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte!
Buen relato, con sus luces y sus sombras, y con sus ausencias y anhelos. Supongo que desde ese planteamiento, podemos conformarnos con lo fantástico o buscar respuestas. ¿Tú que harías?
ResponderEliminarUna perta
Es un texto magnífico, con todos los elementos necesarios para que crezca este género, casi pequeño.
ResponderEliminarDa gusto leerte y ya veo que no solo a mí.
Unos cuantos abrazos
Me alegro de que te guste, Elena. Siempre es una alegría que escritoras como tú se pasen por el blog y dejen estos comentarios.
ResponderEliminarBesos!!!