31 mayo 2009

Ausencia


Carles hace girar la silla de ruedas ciento ochenta grados y vuelve a repasar cada una de las dos docenas de piezas que le quedan por colocar. Las coge, las voltea, las mira por todos los ángulos que le ofrecen, como un gemólogo analiza un diamante, y las vuelve a dejar sobre la mesa de la sala. Se diría que sabe perfectamente cuál es el lugar que corresponde a cada una pero está disfrutando del momento, dilatándolo, recreándose tras más de dos meses de trabajo. En el sofá, Nieves sostiene el portátil sobre los muslos y teclea con agilidad de mecanógrafa mientras oye la tele. Ni sabe ni le importa el canal que tiene puesto. Ahora está absorta en el trabajo, en sus tablas y sus cuentas, en sus proyectos. Sólo el tecleo sobre el portátil, el ocasional chirrido de las ruedas de la silla de Carles y el murmullo de la tele rompen un silencio que hace tiempo que ha dejado de ser cómodo, y mucho menos cómplice. Nieves pregunta a Carles si quiere cenar. Nieves come muy poco desde hace un par de meses. Está adelgazando. También Carles ha bajado de peso, claro que en su caso no es exactamente adelgazar lo que ha hecho, aunque también. Nunca ha querido preguntar cuánto pesa una pierna o cuánto deja de pesar un cuerpo sin la pierna derecha. Tres kilos o cuatro, calcula. Preguntarlo le haría sentirse como de compras en una carnicería.
Carles, concentrado en las piezas, alza la mano sin levantar la vista de la mesa para pedir a Nieves que espere un poco pero ésta no advierte el gesto y sigue hablando sola y le dice que a ella le da igual, que en realidad no tiene hambre y no va a cenar, que lo decía para que él se preparara lo que quisiera sin esperarla. Carles sacude la cabeza, afirmando. Coge una pieza con tres salientes y un entrante y la acerca lentamente a uno de los huecos que quedan en este tetris horizontal. Entra dócil, con suavidad. Desde que perdió la pierna nada ha encajado en su vida con esa perfección. Más bien todo se ha desencajado y ha quedado como un edificio de oficinas tras un terremoto. Devastado, desordenado, víctima de un caos a veces imperceptible desde el exterior.
Encima de la mesa sólo quedan ocho piezas sin colocar. Nieves apaga el ordenador y se queda mirando la tele, con el portátil cerrado en su regazo. Se frota el nacimiento de la nariz con los dedos pulgar e índice de la mano derecha y no llega a abrir la boca porque Carles se le adelanta y le dice que vaya a acostarse si quiere, que él irá enseguida, mientras mueve las piezas que le quedan por encajar en el puzzle como si fueran los cubiletes de un trilero. Nieves se acerca a la mesa y ve que el puzzle está prácticamente terminado. Le dice que pensaba que no sería capaz de acabarlo. Carles le contesta que él también, mientras encaja una nueva pieza delante de ella, una pieza blanca por completo, del mismo color que todas y cada una de las diez mil que completan el puzzle. Nieves besa la frente de Carles desde arriba, detrás de él, agarrada a las asas de la silla y, después, se dirige hacia la puerta de la sala. Carles lleva la mano derecha al lugar donde su mente recuerda haber tenido una pierna y toca el asiento de cuero. Le dice a Nieves que si mañana tiene tiempo de pasarse por la tienda le compre otro puzzle. Nieves le pregunta cómo lo quiere, le pregunta si ha pensado en algo especial esta vez. Carles, mientras juguetea con una pieza entre los dedos, una pieza blanca, inmaculada, le contesta que lo quiere igual que éste último. Nieves se lleva el dedo índice de la mano derecha a la boca y se lo mordisquea.
—Pero en negro —añade Carles, sin levantar la vista de la mesa, mientras Nieves sale de la sala y desaparece en su habitación.

2 comentarios:

  1. Sí. Me gustó. Durante mucho tiempo hemos creído que sólo el final sorprendente hace que una historia sea buena. No. A veces una historia como ésta (aparentemente tranquila pero llena de conflictos subyacentes)es más significativa que otras con finales llenos de sorpresas. (Y que conste que yo también he caído en esas tentaciones.)

    Me parece bien narrado, Esnaola. Buena descripción y podemos sentir el ambiente del lugar en el que están. Se perfilan una serie de conflictos angustiosos (o azarosos)que quedan a la imaginación del lector.

    Un saludo, Esnaola, y espero ver sus cuentos más seguido.

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  2. Me ha gustado.Me gustan lor relatos que recrean un climax, una sensación,sin demasiadas estridencias.Donde vas descubriendolo todo poco a poco .
    No sé si pasa o no pasa nada al final.Yo me imagino un puzle con piezas negras y blancas mezcladas.
    Un saludo, me alegra haberme pasado por tu blog.

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