Hoy os planteo un juego, un ejercicio si preferís. Veréis.
Hace un par de días publiqué un microrrelato muy breve en Facebook. Decía así:
Alivio
El huérfano sonríe tranquilo el día que le cuentan que los Reyes son los padres.
El microrrelato gustó bastante y fue comentado. Como ocurre con frecuencia en Facebook, es un texto hijo de las prisas y la inmediatez. Reconozco que no me dejó muy satisfecho, en realidad muy poco, la expresión sonríe tranquilo. Es una expresión vaga, cómoda y perezosa que, además, provoca una lectura un tanto imprecisa que dio lugar a dos lecturas distintas. No es que yo esté en contra de los textos ambiguos o abiertos, como también se les llama con frecuencia, pero reconozco que aunque pueda verse como un síntoma de vida propia del texto, lo que no tiene nada de malo, también hay un punto de frustración en no conseguir expresar con precisión lo que quería contar.
En los comentarios se dieron dos versiones: en la primera, se interpretaba que el huérfano, por fin, entiende la razón de no recibir nunca regalos el día de Reyes, lo que le hacía sentirse malo. En la segunda, la sonrisa tranquila del niño se atribuye a que sus padres sobreviven de algún modo como Reyes Magos y esto le hace sentirse menos huérfano.
El juego que os planteo es muy sencillo: sustituye sonríe tranquilo por cualquier otra descripción gestual, corporal o de cualquier tipo, que consiga que solo una de las opciones sea posible, la que prefieras. Incluso que abra el texto a cualquier otra lectura que te sugiera, sin citarnos cuál es esta para poder, así, someterlo a la prueba de los lectores.
Ánimo. Espero vuestros comentarios.